A menudo los profesores nos preguntamos cuál es la clave para hacer que nuestros alumnos disfruten y saquen el mayor provecho de las clases que damos. Generalmente, en cuestión de materia todos los profesores reunimos conocimientos parecidos y, sin embargo, ¿por qué si lo que enseñamos es lo mismo, no siempre aprenden igual? Del mismo modo que una receta no garantiza el éxito de un plato, ocurre igual con la materia que enseñamos, puesto que son muchos los factores que tenemos que tener en cuenta y que, a menudo, han sido relegados a un segundo plano. De un tiempo a esta parte se ha empezado a valorar la idea de que el aprendizaje, en gran medida, se ve influenciado por nuestras emociones. Ello nos conduce a la necesidad de tener que entender los sentimientos de cada alumno para adaptarnos a su aprendizaje. De la misma manera, debemos ser conscientes de que nuestros sentimientos varían dependiendo del contexto en el que nos hallamos, puesto que las emociones son siempre cambiantes, y por consiguiente, nuestra mayor virtud como profesores será la capacidad de entender esos cambios y de adaptarnos a ellos.
Dicho esto, a la hora de comprender cuáles son los factores que intervienen en el aprendizaje, el contexto o “clima” del aula será el más importante. Así pues, el clima emocional del aula es un concepto que está compuesto por tres variables: el vínculo entre el profesor y el alumno, el vínculo entre los propios alumnos, y por último, el clima que surge de estas dos vinculaciones. El éxito de este vínculo residirá en la capacidad del profesor de crear una conexión con el alumno que ayudará a que éste se sienta escuchado, atendido y aceptado. En pocas palabras, deberá sentir CONFIANZA y SEGURIDAD.
En efecto, es labor de todos los profesores entender que el vínculo emocional es algo que se debe trabajar en el aula para garantizar mejores resultados académicos, puesto que el éxito del aprendizaje no se encuentra únicamente en la capacidad que tengamos los profesores de transmitir nuestros conocimientos, sino también en la capacidad que tengamos de entender a nuestros alumnos y de crear una buena conexión con ellos.